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¿Es posible renunciar a la influencia de un maestro?
En el arte, los maestros son guías que nos muestran como tomar el pincel, acomodar los colores y entender el fenómeno de la perspectiva. Hay momentos en los que los maestros son físicos: una persona que te toma la mano y corrige. Pero también los hay que nos influencian desde los rincones del ayer, Da Vinci nos sigue hablando de anatomía y Rothko del color. Nos gusta pensar que el talento se obtiene como en un cuento de hadas, en la cual el artista un día toma un pincel y crea maravillas. Pero la realidad, es otra. Hasta los pintores más icónicos han tenido un maestro que los ha guiado hacia el descubrimiento de su técnica.
Durante el renacimiento, era costumbre que los hijos de comerciantes y ciertos gremios fueran mandados con maestros de la pintura para aprender tanto el negocio del arte como la técnica. Los niños eran iniciados en el taller en ocasiones entre los 7 y los 15 años, pero no llegaban al estudio a tomar los pinceles inmediatamente. Podían pasar varios años haciendo encargos menores para el maestro como era el mezclar los colores, limpiar el estudio, copiar estatuas y obras clásicos hasta que llegara el día en el cual se les permitiera tocar el lienzo del maestro. Entonces, les era asignado el trazar la forma de los querubines o dar color a los dobleces de un vestido; es decir: hacían el trabajo en el cual no era fundamental que el maestro invirtiera su precioso tiempo. Cuenta la historia que uno de estos jóvenes aprendices fue Leonardo Da Vinci, cuyo profesor Verrocchio al descubrir que su pupilo lo sobrepasaba tomo sus pinceles y los rompió en dos: reconociendo que nunca podría llegar a ser tan bueno como el joven Leonardo.
Otro caso en el cual el genio creció gracias al apoyo de su maestro es el de cierto personaje que se definió a si mismo como el surrealismo, el catalán Salvador Dalí fue iniciado a sus diez años por el artista malagueño Juan Núñez, un pintor y grabador formado en la Academia de San Fernando. De él, Dalí aprendió la técnica, a la vez tuvo sus primeros acercamientos con las formas de las piedras inclusive atreviéndose a jugar con texturas y adquirió ese enamoramiento de Velázquez que lo seguiría a lo largo de su vida. Cuenta Juan Teixidor que Nuñez “Obligaba a los estudiantes a trabajar, los apretaba, por decirlo en el lenguaje de los estudiantes. Los frutos de esta manera de entender la pedagogía -de la pedagogía probablemente eficaz- son visibles en el caso de Salvador Dalí. Se podrán discutir muchos aspectos de su obra, exaltar o rechazar otros, determinar fijar cuál es el más caduco o cuál el más vivo. Pero que Dalí sabe dibujar es cosa que todavía no ha discutido nadie, con todo y que la cantidad de cosas que se han escrito sobre él (cosas generalmente agridulces) en todo el mundo en una persona de este país.”
Así mismo en esta época de estudiante, el futuro surrealista escribía sobre quienes consideraba a los grandes de la pintura: Durero, El Greco, Goya, Leonardo, Miguel Ángel y Velázquez.
Hay veces que el matrimonio entre la influencia entre el maestro y el alumno se fusionan en un enamoramiento dramático, poderoso, adictivo. Tal es el caso de los pintores mexicanos Frida Kahlo y Diego Rivera. Muchos describieron su amor como la relación entre un elefante y una paloma, ella tan frágil y delgada, él tan grande y fuerte. Frida conoció a Diego mientras ella estudiaba en la Escuela Nacional Preparatoria y Diego pintaba un mural. Ella supo que se casaría con él desdes el primer momento, pero su amor surgió cuando ella le llevó su trabajo al hombre para que le diera su opinión. De la impresión nació una admiración al talento y a la mujer, terminando en frecuentes visitas a la casa de Frida.
Cuenta la periodista Elena Poniatowska que mientras el maestro pintaba sus murales, Frida le gritaba desde abajo. La sociedad sólo veía un amor mutante, eran ciegos a aquellas sutilezas cómo que Diego y Frida compartían una pasión política por el socialismo mexicano: por crear un estilo independiente de arte que renunciara a la influencia europea y hablará sobre las raíces y el folklore del pueblo mexicano.
En su momento, Diego brillo sobre Frida pero hoy, en pleno siglo XXI difícilmente se puede pensar en uno sin ver al otro materializado en un lienzo, una carta o un muy decorado diario.
Rememorando tres poderosas relaciones entre pupilo y maestro hemos podido observar como los grandes alguna vez también fueron pequeñas semillas buscando sentido en su vida. Lo cual nos hace preguntarnos, ¿En qué momento se pasa de alumno a profesor? Queremos oír tu historia de transformación, saber cómo fue la primera vez que tocaste un pincel… cuéntanos esa historia que bulle en tus cuadros.
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